Cinco sentidos

Sintió el pan que se tostaba en la cocina, y el aroma a café matinal que siempre lo despertaba.
Recordó su sabor y su boca se convirtió en un torrente de saliba. No pudo dejar de oír el canto de los pájaros y teros que posaban bajo su ventana, reparados del intenso calor del verano. Se acostó en el piso y acarició la rústica madera, ya desmejorada por el paso de los años, como cuando era niño; para escuchar las voces que le susurraban desde las profundidades. El olor a tierra mojada lo llevó al recuerdo de su madre regando el jardín, y la vió allí, sonriente, cálida, como siempre la había recordado. Corrió a abrazarla. Cuando despertó le costó entender que nada de eso lo rodeaba. Escuchó las gotas chocar contra su techo y sintió el olor a lluvia golpeando en el asfalto caliente. Bocinas, gritos, insultos en lugar de aves. Su boca estaba seca y con el sabor agrio del último cigarrillo. No había madera, sino alfombra. No vió el jardín, ni a su madre, ni hubo desayuno. No . Angustiado decidió volver a dormir para recuperarlo, pero su sueño ya se había acabado.