De la rutina y los sueños

Sentado en su escritorio como todos los días desde hacía ya veintidos años, Franz soñaba y se cansaba de pensar e imaginar como podría hacer para escapar de la rutina.
Sentía que ésta lo estaba consumiendo lentamente, día tras día y él no podía hacer nada para evitarlo.
Desde su plena juventud solo pensaba en eso y nada pudo hacer al respecto, tomo responsabilidades, tenía que alimentar a su mujer y a sus dos hijas, por lo tanto debió cuidar su trabajo pese a que tantas veces quiso dejarlo todo. Asi pasaron sus años, sentado en una silla frente a un escritorio obsesivamente ordenado, tratando amablemente a todos sus compañeros que a lo largo de los años fueron rotando, tomando el mismo café, almorzando las mismas y aburridas comidas rápidas, tomando sus pastillas anti-acidas para que no le caigan mal, como siempre, levantándose a la misma hora exacta cada día, desayunando prácticamente lo mismo y de la misma manera durante veintidos años. Pasó sus años soñando, ideando, planificando su gran salida de ese lugar, de la rutina y de todo lo que lo enfermaba en este mundo, pero siempre sin éxito.
Tenía un sueño recurrente, que lo hacía sentir feliz y pleno por unos instantes, pero luego, cuando la fantasía se caía y volvía a la triste realidad nadie podría ser capaz de reanimarlo.
En su fantasía lo tenía todo, libertad, frescura, acción, aventura. Era tan simple y tan difícil a la vez. Pasaba todo el sueño montado en su bicicleta sin rumbo alguno y disfrutando de los más maravillosos paisajes. Estos sueños siempre eran cortos y lo dejaban con ganas de màs. Siempre sonaba su despertador cuando estaba montado en su bicicleta y varias veces en los últmimos tiempos llegó tarde a trabajar por quedarse en casa soñando.
Ultimamente, le resultaba casi imposible concentrarse en nada, su mente cada vez más se iba tan lejos como podía.
Hasta que ese día, cansado de esperar un cambio y de soñar, tomó la decisión. Decisión que cambiaría su vida para siempre.
Terminó su tarea. Retiró sus cosas y suspiró fuertemente inflando el pecho como tomando valor. Fue hacia su jefe y le dio su renuncia, salió con velocidad, se despidió de algunos de sus compañeros y aprovechó para saludar muy especialmente a aquellos que varias veces hicieron brotar de su interior a una bestia salvaje que él no solía ser.
Mientras salía por el pasillo sentía una enorme satisfacción. Todos lo miraban con asombro ya que nunca lo habían visto así.
Pasó por su casa, justo en el horario en donde su mujer e hijas no estaban ya que iban a la escuela.
Se quitó el traje y lo cambió por un equipo de gimnasia, tomó una mochila que hacía años no usaba, en ella cargó algunas provisiones, le dejó una carta a su mujer en donde le explicaba que necesitaba hacer esto una vez en su vida, y que si ella lo esperaba y lo comprendía él volvería.
Hizo una pequeña revisión a su vieja bicicleta y salió.
Comenzó a pedalear con una felicidad enorme que lo cubría de cuerpo entero, hacía mucho que no se sentía asi, o quizás nunca antes se había sentido así.
Recordó aquellos sueños que tenía y se emocionó al ver que estaba cumpliendo uno de ellos, uno de los más recurrentes.
Observaba y admiraba el paisaje, saludaba a la gente que se cruzaba, respiraba profundamente sintiendo el viento golpeando sobre su cara.
Pedaleó sin rumbo fijo durante varios días, su rostro estaba sucio y muy quemado por el sol, incluso tenía heridas por la exposición y sus piernas se sentían endurecidas, pero él seguía viaje. Al llegar al quinto día de pedaleo continuo sintió que necesitaba descansar, encontró una loma y un lago perdido en donde podría refrescarse un poco y luego pasar la noche.
Al despertar, luego de un día entero comenzó a notar que su sed era insaciable, y que sus provisiones ya no alcanzarían para nada. Volvio a pedalear en busca de la ciudad para poder comprar algo.
Siguió buscando y buscando y no encontraba un solo almacén.
Su sed era ya insoportable y su cara estaba ya totalmente curtida por el sol. Para su suerte, pedaleó tanto que llegó al sur, comenzó a notar que en la ruta nevaba, y aceleró para llegar rápido a ese lugar.
Cansado pero muy feliz sintió como la nieve le caía sobre la frente, mirando hacia el cielo y agradeciendo por poder ver tantas maravillas de la naturaleza. De a poco comenzo a tener una extraña sensación en su cabeza, algo que quería sacarlo de aquel hermoso paisaje, era como si alguien lo estuviera llamando y no lo dejaba disfrutar de aquella belleza. De pronto se sobresaltó y se encontró nuevamente en su cama, con el despertador en sus manos diciendo que eran las 9 am. Otra vez se había quedado dormido. Otra vez llegaba tarde.
Se levantó y volvió a su escritorio a imaginar y a pensar como podría hacer para escapar de la rutina.